Ya hemos descorchado la botella, lo hemos hecho con elegancia, tal vez incluso nos hemos atrevido con la ceremoniosa técnica del Sabrage, así que no vayamos a meter la pata sirviendo primero a la persona equivocada. El protocolo estipula que se debe comenzar por las mujeres, por orden de edad decreciente. Después debemos servir a los caballeros, siguiendo el mismo criterio. La única excepción a esta regla es si tenemos un invitado importante al que queramos agasajar. A la hora de servir el champagne, es signo de elegancia sostener la botella por la parte inferior del cuerpo, con una sola mano y el dedo pulgar en el hueco de la base. También es importante que la etiqueta permanezca siempre visible, de forma que aquel a quien servimos sepa qué va a degustar. En el caso de las botellas grandes, podemos sostener el cuello con la otra mano, para tener más equilibrio. Aunque lo ideal es verter el espumante en la copa de un solo gesto, para no demorar en exceso todo el proceso y no tener esperando al resto de invitados, es mejor hacerlo en dos tiempos para evitar el riesgo de una excesiva formación de burbujas que acabe en tragedia. Con una mano sostendremos la copa, ligeramente inclinada, y con la otra serviremos el champán, deslizándolo por la pared de la copa para favorecer la formación de burbujas. Si la espuma sube en exceso, realizaremos una pausa hasta que baje, y después acabaremos de llenar la copa, salvo petición expresa, entra la mitad y dos tercios de su altura. En una recepción, no conviene servir las copas con antelación, pues provocaremos que el champagne pierda efervescencia y se caliente. Es conveniente repartir copas entre los invitados para que les sean llenadas posteriormente, de esta manera nos garantizamos las perfectas condiciones de este delicado vino espumoso. Con qué maridar el champagneEl maridaje del champagne es todo un mundo por descubrir. Su uso va mucho más allá de los brindis de las grandes ocasiones, pudiendo acompañar aperitivos, postres en incluso cenas completas, hasta carnes rojas, si bien este gusto está reservado solo a los mejores cuvées y los más aventureros.
En el aperitivo, los hojaldres salados, canapés y otras tapas pueden acompañar perfectamente a un Extra Brut ; el pescado poco elaborado, como el sushi, es perfecto para un Blanc de Blanc, mientras que si optamos por un Rosé, podemos jugar con el color, sirviendo ahumados o incluso jamón. Una combinación ganadora. Para los postres, conviene tener en cuenta unas cuantas reglas. La primera, que un Rosé no es el mejor elegido, ya que al ser un espumante brut, no es lo que mejor marida con el dulzor de los postres. Para el resto de postres, un demi sec, salvo que lleven mucho chocolate, en cuyo caso, mejor evitar el champagne, ya que su acidez no es el mejor amigo del amargor del chocolate. Es posible acompañar una comida exclusivamente con champagne, tan sólo deberemos tener cuidado de seguir el principio básico de ir in crescendo –con un orden decreciente de acidez, del más vivo al más vinoso– y usar siempre una copa por cada tipo de champán. Para el plato principal, hay que elegir cuvées tipo milésimas o Blancs de Noirs, que combinan perfectamente con pescados en salsa, vieiras a la crema o carnes blancas delicadas. Las carnes rojas, para los valientes y experimentados. |
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